Brasil se encuentra en una posición destacada al frente de su grupo y no muestra signos de estar dispuesto a aceptar el segundo lugar. Su próximo adversario es Omán, que se encuentra urgentemente en la necesidad de obtener una victoria para mantener vivas sus esperanzas de avanzar a los cuartos de final. Es evidente que el conjunto asiático no cejará en el intento sin presentar resistencia.
El desempeño de Omán durante la fase de grupos ha sido bastante errático. Inició con una derrota frente a Italia (4:7), en la que tuvo grandes dificultades para crear situaciones de peligro, y posteriormente logró una victoria por medio de penales contra El Salvador tras igualar 4:4. Su incapacidad para concretar no es algo nuevo, ya que en la Copa de Asia, celebrada en marzo, solo logró un gol en la final frente a Irán (1:8). Las señales indican una capacidad ofensiva restringida.
A pesar de que Brasil es comúnmente relacionado con espectáculo y goles, su actuación en este torneo ha sido notablemente diferente. Ha exhibido una defensa casi impecable, permitiendo únicamente un gol por encuentro, y una ofensiva más moderada. Frente a oponentes que, en teoría, deberían ser más asequibles, como Italia (2:1) y El Salvador (3:1), le ha supuesto un reto encontrar la ruta hacia el gol. Ninguno de esos equipos es conocido por su fortaleza defensiva, lo que hace que esta transformación en el estilo de juego sea aún más sorprendente.